Jesús compartió esta reveladora parábola para ilustrar la coexistencia del bien y del mal en el mundo y la importancia del discernimiento, especialmente en el contexto del Reino de los Cielos. «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla de trigo en su campo. Pero, mientras todos dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
Cuando el trigo creció y produjo grano, entonces apareció también la cizaña. Y los siervos del dueño del campo fueron a él y le dijeron: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?’. Él les dijo: ‘Un enemigo ha hecho esto’. Y los siervos le dijeron: ‘¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?’. 1 Pero él les dijo: ‘No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero'»

La parábola del Trigo y la Cizaña trasciende la mera narración de una historia agrícola. Representa la visión cristiana de la coexistencia del bien y el mal en el mundo, y la esperanza de un juicio final donde se hará justicia. El trigo, la buena semilla, simboliza a los hijos del reino de Dios, mientras que la cizaña, la mala hierba, simboliza a los hijos del maligno. El dueño del campo representa a Dios, y la cosecha representa el fin del mundo, el juicio final.
En el contexto actual, la parábola del Trigo y la Cizaña sigue siendo relevante por su mensaje de paciencia y esperanza. Nos recuerda que, aunque el mal pueda parecer prevalecer en el mundo, al final la justicia divina prevalecerá. También nos invita a reflexionar sobre la importancia de la tolerancia y la compasión, reconociendo que no siempre es fácil distinguir entre el bien y el mal, y que el juicio final pertenece solo a Dios.