La historia de Prahlada, un relato fundamental en los Puranas, narra la vida de un príncipe demonio que se convirtió en el devoto más puro del dios Vishnu. Prahlada era hijo de Hiranyakashipu, un poderoso rey asura (demonio) que, tras obtener un poder casi invencible de Brahma, se volvió arrogante y exigió ser adorado como la única deidad del universo. Irónicamente, su propio hijo, Prahlada, desde su nacimiento, tenía una fe inquebrantable en Vishnu, la deidad que su padre más despreciaba.
La devoción de Prahlada enfureció a Hiranyakashipu, quien intentó por todos los medios que su hijo renunciara a su fe. El rey ordenó a sus sirvientes y a sus maestros que torturaran a Prahlada, lo quemaran, lo envenenaran y lo arrojaran por precipicios, pero el joven príncipe sobrevivía a cada uno de estos tormentos, protegido por el poder de su devoción. Ante la sorpresa de todos, Prahlada se mantenía sereno e inquebrantable, repitiendo el nombre de Vishnu incluso mientras enfrentaba la muerte.
El clímax de la historia llegó cuando un frustrado Hiranyakashipu le preguntó a su hijo dónde estaba Vishnu. Prahlada respondió que Vishnu estaba en todas partes, incluso en un pilar cercano. Enfurecido, el rey golpeó el pilar con su maza, y de él emergió Narasimha, una avatar mitad hombre, mitad león de Vishnu. Narasimha mató a Hiranyakashipu de una manera que burlaba todas las bendiciones del rey, y luego tranquilizó al aterrorizado Prahlada. La historia concluye con Prahlada asumiendo el trono, restableciendo el orden y demostrando el poder supremo de la fe pura.

La leyenda de Prahlada es una de las mayores lecciones sobre la fe y la perseverancia. Nos enseña que la verdadera fortaleza no reside en el poder físico, el estatus o la riqueza, sino en la convicción de nuestras creencias. Prahlada, un niño, se enfrentó a un tirano invencible y a la muerte misma, no con violencia, sino con una fe inquebrantable. Su historia nos inspira a defender nuestros valores y principios, incluso cuando nos encontramos solos o en contra de la corriente, demostrando que una fe profunda es el escudo más poderoso.
Además, el mito de Prahlada nos recuerda que la bondad y la justicia siempre prevalecen sobre el mal. El rey Hiranyakashipu, con su arrogancia y su ego desmedido, creía que había conquistado a los dioses, pero su poder era ilusorio frente a la rectitud de un niño. Esto nos muestra que, a largo plazo, la opresión y la tiranía están destinadas a fracasar. La historia es un faro de esperanza, un recordatorio de que las fuerzas divinas o el orden cósmico (el dharma) siempre intervendrán para proteger a los justos y castigar a los malvados.