En un reino donde el eco de los sacrificios resonaba con vanidad, un joven llamado Nachiketa, con la mirada ardiente de la verdad, observaba a su padre, Vajasravasa, entregar ofrendas vacías a los dioses. Su corazón, un crisol de sabiduría precoz, lo impulsó a cuestionar: «¿A quién me entregarás, padre?». La respuesta, lanzada con la furia de un trueno, lo envió al reino sombrío de Yama, el señor de la muerte.
Allí, en el umbral del inframundo, Nachiketa aguardó tres días y tres noches, un silencio hambriento y sediento, hasta que Yama, el dios oscuro, regresó. Impresionado por la llama de su determinación, Yama le ofreció tres deseos, tres llaves para abrir los misterios del universo.
Nachiketa, con la valentía de un buscador de estrellas, pidió primero la paz para su padre, luego el secreto del fuego celestial, y finalmente, el enigma más profundo: ¿Qué yace más allá de la muerte? Yama, con la voz que hacía temblar las almas, intentó desviarlo, ofreciéndole tesoros y placeres que harían palidecer a los reyes. Pero Nachiketa, con la mirada fija en el horizonte de la verdad, rechazó las sombras efímeras.

Entonces, Yama, el dios de la muerte, se convirtió en maestro, desvelando los secretos del Atman, el ser eterno, y Brahman, la realidad suprema. Le habló del camino de la sabiduría, donde lo bueno supera a lo placentero, y de la liberación final, donde el alma se une al cosmos.
La parábola del diálogo entre Nachiketa y Yama, extraída del Katha Upanishad, se centra en la búsqueda de la verdad y la naturaleza del ser. Nachiketa, un joven con una profunda sed de conocimiento, desafía a Yama, el dios de la muerte, para desentrañar los misterios de la existencia. Su firmeza y desinterés por los placeres mundanos simbolizan la dedicación necesaria para alcanzar la sabiduría espiritual. Yama, a su vez, representa al maestro que guía al discípulo a través de las complejidades del Atman y Brahman, revelando la distinción entre lo efímero y lo eterno.
En el contexto actual, esta parábola resuena con fuerza. En un mundo saturado de distracciones y valores materialistas, la historia de Nachiketa nos insta a cultivar la introspección y a buscar un significado más profundo en la vida. La enseñanza de Yama sobre la naturaleza del ser y la realidad última nos invita a trascender las preocupaciones superficiales y a conectar con nuestra esencia espiritual. Además, la importancia del discernimiento entre lo placentero y lo bueno sigue siendo crucial en una sociedad que a menudo prioriza la gratificación instantánea sobre el bienestar a largo plazo.