Jesús contó una parábola sobre el Reino de los Cielos, comparándolo con una red que fue echada al mar. Esta red, arrastrada por la corriente, recogía todo tipo de peces: buenos y malos, grandes y pequeños. Los pescadores, en su labor, se ocupaban de recoger la red, sin detenerse a seleccionar lo que había en ella mientras estaba en el agua. La red, por lo tanto, representaba la oportunidad indiscriminada del evangelio, que se extiende a todas las personas.
Una vez que la red estaba llena, los pescadores la sacaban a la orilla. Entonces, se sentaban y comenzaban a clasificar los peces. Separaban los peces «buenos» en cestos y arrojaban los «malos» de nuevo al mar. Esta acción en la orilla simbolizaba un momento de juicio, un punto de inflexión en el que se discernía el valor de cada uno. La parábola deja claro que la separación final no ocurre en el mar de la vida, sino en el momento del juicio.
Jesús concluyó la parábola con una explicación directa: la red es el Reino de los Cielos, el mar es el mundo y los pescadores son los ángeles. La clasificación de los peces en la orilla es la metáfora del Juicio Final, donde los ángeles separarán a los justos de los injustos. Los justos serán llevados a la gloria, y los injustos serán arrojados al fuego. Por lo tanto, la parábola es una advertencia sobre la necesidad de vivir una vida justa, ya que el juicio es inevitable para todos.

La parábola de la red es una poderosa advertencia sobre el futuro y el juicio. Nos enseña que la oportunidad de la fe está abierta a todos, pero que la verdadera recompensa es para aquellos que eligen vivir una vida justa. El mensaje principal no es el de la exclusividad, sino el de la responsabilidad. La red lo recoge todo, pero el valor de cada pez se determina en la orilla. Esto nos recuerda que la vida es una oportunidad para ser buenos, justos y compasivos, ya que las consecuencias de nuestras acciones son eternas.
En resumen, el mensaje de esta parábola es que no se puede vivir sin conciencia de la responsabilidad que tenemos con nuestras decisiones. No debemos asumir que nuestra salvación está garantizada solo por estar en la «red», sino que debemos esforzarnos por ser como los «peces buenos» que son seleccionados para el cesto. Así pues, la parábola nos invita a la reflexión y al arrepentimiento, recordándonos que, aunque la gracia está disponible para todos, el juicio final no hará distinción entre aquellos que vivieron con justicia y aquellos que no lo hicieron.