La Rana en el Pozo (Jing Di Zhi Wa)

En el fondo de un viejo pozo vivía una rana. Para ella, el pozo era el universo entero. Las paredes húmedas eran sus fronteras, el agua fresca su océano, y el pequeño círculo de luz sobre su cabeza contenía el sol, la luna y todas las estrellas. En su pequeño reino, la rana era la soberana absoluta, feliz y orgullosa de su dominio.

Un día, una tortuga marina se asomó por el borde del pozo. Llena de orgullo, la rana le presumió de su paraíso: «¡Mira qué maravilla! Puedo saltar y jugar en este lodo, nadar en estas aguas y croar a mi antojo. Ningún lugar puede ser mejor. ¿Por qué no bajas y lo ves?».

La tortuga intentó entrar, pero su caparazón se atascó en la estrecha abertura. Desde arriba, decidió describirle a la rana su propio hogar: el mar. «El mar», dijo, «mide miles de kilómetros. Su profundidad es incalculable. No le afectan ni las peores inundaciones ni las sequías más terribles». La rana, al oír esto, quedó paralizada por el asombro, comprendiendo por primera vez la inmensidad del mundo y la pequeñez de su pozo. Así nos enseña la fábula de La Rana en el Pozo (Jing Di Zhi Wa).

Descubre la fábula de La Rana en el Pozo (Jing Di Zhi Wa) y aprende por qué una perspectiva limitada es el mayor obstáculo para la sabiduría.

Esta parábola es una poderosa advertencia contra la arrogancia de una perspectiva limitada. Todos corremos el riesgo de convertirnos en la rana, creyendo que nuestro «pozo» —nuestra experiencia, cultura o conocimiento— es la totalidad del mundo. Esta visión nos vuelve complacientes y nos cierra a la grandeza de lo desconocido.

La tortuga representa el conocimiento que rompe nuestras cómodas ilusiones. La verdadera sabiduría no consiste en creer que lo sabemos todo, sino en ser conscientes de la inmensidad de lo que ignoramos. Es una invitación a cultivar la humildad intelectual y la curiosidad sin límites. Salir de nuestro pozo requiere el valor de aceptar nuevas ideas y el coraje para admitir que nuestra visión del cielo siempre puede ser más grande.

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