Cuando la gran ciudad de Troya cayó ante los griegos, entre el humo y las ruinas, un héroe se alzaba. Eneas, hijo de la diosa Afrodita (Venus para los romanos) y el mortal Anquises, no era un guerrero más. Su destino, orquestado por los dioses, era sobrevivir a la masacre y llevar la esencia de Troya a una nueva tierra, fundando una civilización aún más grandiosa que la que ardía a sus espaldas.
Con su anciano padre a cuestas, su joven hijo Ascanio de la mano y los Penates (dioses lares) de Troya consigo, Eneas emprendió un largo y peligroso viaje a través del Mediterráneo. Superó tormentas, monstruos y el lamento de amores perdidos, como el de Dido en Cartago, siempre empujado por la voluntad divina hacia Italia. Su travesía no era solo una huida, sino una misión sagrada para sembrar las raíces de un futuro imperio.
Finalmente, tras años de errar por los mares, Eneas arribó a las costas del Lacio. Allí, enfrentó nuevas guerras, pactó alianzas y se casó con Lavinia, hija del rey Latino. Su linaje, a través de su hijo Ascanio (fundador de Alba Longa), se conectaría directamente con Rómulo y Remo. Así, la tragedia de Troya dio paso al glorioso amanecer de Roma, un imperio con un origen troyano que justificaba su grandeza y su destino imperial. La epopeya de Eneas y el Origen Troyano de Roma se convirtió en la base de su identidad.

El Mensaje del Origen Troyano de Roma
La historia de Eneas y el Origen Troyano de Roma es mucho más que un relato de aventuras; es la narrativa que cimentó la identidad y el destino manifiesto del imperio romano. Nos enseña cómo una civilización puede forjar su identidad a partir de las cenizas de un pasado glorioso y trágico, transformando la derrota en el catalizador de un futuro grandioso. La perseverancia de Eneas, frente a innumerables obstáculos, simboliza la tenacidad necesaria para cumplir un propósito trascendental.
Este mito nos invita a reflexionar sobre la importancia de nuestros propios orígenes y cómo las experiencias pasadas, incluso las dolorosas, pueden moldear nuestro futuro. ¿Qué legado estamos llevando con nosotros en nuestro propio viaje? ¿Cómo transformamos nuestras «Troyas» personales en el punto de partida para construir algo nuevo y significativo? La épica de Eneas y el Origen Troyano de Roma nos recuerda que el destino no siempre es una línea recta, sino un camino lleno de pruebas que, con fe y determinación, nos llevan a fundar nuestra propia «Roma».




