En un denso bosque africano, dos leñadores competían para ver quién cortaba más madera en un día. El primero era un joven fuerte y vigoroso, que comenzó a trabajar sin descanso, golpeando los árboles con su hacha de la mañana a la noche. El segundo era un anciano sabio, que trabajaba a un ritmo constante, pero se detenía cada hora para tomar un descanso. El joven, confiado en su energía, se burlaba de la lentitud del anciano.
Al caer la noche, el joven, exhausto y con la espalda adolorida, había cortado una cantidad considerable de leña, pero el anciano, sin signos de fatiga, había cortado mucho más. El joven, asombrado y confundido, le preguntó: «¿Cómo es posible? Yo no me detuve ni una sola vez, mientras que tú te tomabas descansos cada hora. ¿Cuál es tu secreto?».
El anciano, con una sonrisa serena, le mostró su hacha. «Cuando me detenía, no descansaba; afilaba mi hacha». El joven, que había trabajado sin parar con un hacha desafilada, se dio cuenta de su error. La fuerza bruta no podía competir con la sabiduría y la preparación. La parábola de La Parábola del Leñador y el Hacha se convirtió en una lección sobre la importancia de la planificación y la eficiencia.

El Mensaje
La Parábola del Leñador y el Hacha es una lección atemporal sobre la importancia de trabajar de forma inteligente, no solo arduamente. La historia nos enseña que el esfuerzo constante sin un plan o sin tomar un respiro puede ser menos productivo que un trabajo bien pensado y con pausas estratégicas. El afilado del hacha es una metáfora de la preparación, la educación y la mejora continua.
Esta fábula también nos recuerda que debemos valorar la sabiduría sobre la fuerza. El anciano, con su paciencia y su mente clara, supera al joven, que confía solo en su vigor. Es una invitación a la reflexión; nos anima a tomarnos un momento para «afilar nuestras hachas» en la vida, ya sea a través del aprendizaje, la meditación o el simple descanso, para que nuestros esfuerzos sean más efectivos y sostenibles a largo plazo.