La hiena, un ser de inmensa codicia, observó el brillante sol. Decidió que lo quería para ella. Pensó que si capturaba el sol, se convertiría en la criatura más rica y poderosa. La noche y el día serían suyos para disfrutarlos. Con un astuto plan, tomó un cántaro de barro y un palo. Esperó en el horizonte a que el sol comenzara a descender.
El sol estaba poniéndose. La hiena, con un grito de triunfo, intentó golpearlo con el palo. Quería atraparlo en el cántaro. El sol, divertido por la necedad de la hiena, brilló con más fuerza. Se calentó tanto que la piel de la hiena comenzó a quemarse. Llorando de dolor, la hiena se dio cuenta de su ambición tonta. Pero ya era demasiado tarde para arrepentirse.
A partir de ese día, las cicatrices quemadas del sol marcaron la piel de la hiena. La exiliaron para vivir solo en la noche. Era el único momento en el que podía esconderse de la luz que una vez deseó. La leyenda de La Hiena y el Sol es una fábula que enseña a los niños. La avaricia y la arrogancia tienen consecuencias permanentes.

El Mensaje
La Hiena y el Sol es una poderosa fábula sobre la arrogancia y la codicia. Nos enseña que la ambición sin límites nos lleva a la ruina. Es una insensatez intentar poseer aquello que está más allá de nuestro alcance. La hiena, un ser cegado por su deseo de poder, es castigada con marcas. Estas reflejan su egoísmo. La exiliaron de la luz.
Esta leyenda también nos recuerda el respeto. Debemos respetar las leyes del mundo natural. El sol no puede ser capturado ni poseído. La hiena intenta dominarlo. Sin embargo, solo logra dañarse a sí misma. La fábula nos invita a reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo. Debemos comprender que la verdadera sabiduría no está en el poder. Reside en la humildad y el respeto.