La Parábola de la Lámpara (Midrash)

Un gran rey habitaba en su palacio, y aunque deseaba fervientemente visitar a sus súbditos, no podía hacerlo en persona, pues su presencia era demasiado vasta y poderosa para ser contenida. Por lo tanto, el rey envió a su hijo, el príncipe heredero, para que se encontrara con el pueblo y les enseñara sus leyes y costumbres. El príncipe, que representaba la Torá, se presentó a la gente para guiarlos, pero aun así, las personas se sintieron abrumadas por la inmensidad del conocimiento que debían aprender.

Además, para facilitar la conexión con la majestuosidad del rey, el príncipe les entregó a sus súbditos un regalo especial: una lámpara de aceite. “Cuando el rey desea que nos comuniquemos,” les dijo el príncipe, “encended esta lámpara. El aceite es la bondad que ponéis en vuestros actos y el pabilo es el esfuerzo que dedicáis a seguir mis enseñanzas. Si la lámpara se mantiene encendida, el rey sabrá que le recordáis, y la luz que emane de ella llegará hasta su palacio”. La lámpara, en este caso, simboliza las mitzvot o los mandamientos, que son los actos que dan sustancia y propósito a la Torá.

En consecuencia, cada vez que una persona cumplía una mitzvá, la lámpara se encendía, y su luz no solo iluminaba el camino de quien la encendía, sino que también creaba una conexión espiritual que se extendía hasta el palacio celestial. El mensaje era claro: la presencia divina no se encuentra en un lugar lejano e inaccesible, sino que se manifiesta a través de los pequeños y significativos actos de bondad, justicia y devoción que se realizan en la vida diaria. La lámpara era la prueba de que el rey siempre estaba presente en los corazones de sus súbditos.

La Parábola de la Lámpara (Midrash)

La parábola de la lámpara nos ofrece una profunda reflexión sobre la espiritualidad en el mundo moderno. A menudo, nos sentimos desconectados de lo divino o abrumados por la vastedad de los textos sagrados y las enseñanzas. La parábola nos recuerda que la conexión no se logra con grandes hazañas teológicas, sino con acciones concretas y significativas. Las mitzvot de hoy pueden ser actos de compasión hacia los demás, la dedicación a un trabajo honesto, o simplemente el esfuerzo de ser una persona íntegra. Cada una de estas acciones es el “aceite” que mantiene nuestra lámpara encendida, creando luz y propósito.

En resumen, el mensaje central es que la guía divina nos ha sido dada, pero somos nosotros quienes debemos encender la luz. No basta con tener la lámpara; debemos alimentarla con nuestras acciones diarias. La luz que creamos no solo nos ilumina a nosotros, sino que también sirve de faro para los demás y, simbólicamente, conecta nuestro mundo con el plano superior. Es una parábola que nos empodera, recordándonos que tenemos en nuestras manos el poder de manifestar lo sagrado en lo cotidiano.

Midrash: Es un tipo de literatura rabínica que se usa para interpretar la Biblia. Los rabinos (maestros judíos) de la antigüedad analizaban los textos sagrados y creaban historias o comentarios para encontrarles un significado más profundo y actual. Es como una capa de interpretación adicional a los relatos bíblicos.

Torá: Significa «enseñanza» o «ley» en hebreo. Es el texto central del judaísmo, que contiene las primeras cinco partes de la Biblia. En la parábola, la Torá se personifica como el príncipe que trae las enseñanzas de Dios a las personas.

Mitzvot: Esta es la palabra hebrea para «mandamientos» o «preceptos divinos». En la parábola, las mitzvot no son solo reglas, sino los actos de bondad, justicia y ética que la gente realiza. Son las acciones que, simbólicamente, mantienen encendida la lámpara.

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