La Epopeya de Gilgamesh narra la historia del poderoso rey de Uruk, dos tercios dios y un tercio hombre. Al inicio, Gilgamesh era un tirano, hasta que los dioses, escuchando las quejas de su pueblo, crearon a Enkidu, un hombre salvaje. Tras un feroz combate, ambos se hicieron inseparables amigos, viviendo aventuras épicas como la derrota del monstruo Humbaba, protector del Bosque de Cedros.
La tragedia golpeó a Gilgamesh con la muerte de su querido amigo Enkidu, un castigo divino por sus excesos. La pérdida sumió al rey en un terror paralizante ante su propia mortalidad. Consumido por el miedo a seguir el mismo destino que su amigo, Gilgamesh renunció a su trono y se embarcó en una búsqueda desesperada a través del mundo conocido para encontrar el secreto de la vida eterna y evitar la tumba.
Su viaje lo llevó a los confines de la Tierra, cruzando el «Agua de la Muerte» hasta encontrar a Utnapishtim, el único hombre al que los dioses habían concedido la inmortalidad tras el Diluvio Universal. Utnapishtim le reveló la existencia de una planta, la «planta del como un anciano vuelve a ser joven», escondida en el fondo del océano. Gilgamesh la encontró, pero un momento de descuido fatal permitió que una serpiente la robara y se la comiera, arrebatándole la inmortalidad. Derrotado, regresó a Uruk, pero descubrió que el verdadero legado era la belleza y la fuerza de su ciudad.

El Mensaje de Gilgamesh: Aceptar la Finita Naturaleza del Ser
La Epopeya de Gilgamesh es la exploración definitiva de la condición humana, su lucha contra la mortalidad y la búsqueda del sentido. El mensaje central de Gilgamesh es la necesidad de aceptar nuestra finita naturaleza. Gilgamesh aprende a través del dolor y el fracaso que la inmortalidad física es inalcanzable para el ser humano, y que el verdadero valor reside en cómo vivimos el presente.
Esta leyenda universal nos enseña que el legado de una persona no se mide en años, sino en las obras que deja atrás. El rey, al final de su viaje, halla la paz al contemplar los muros de Uruk que él construyó, entendiendo que su inmortalidad reside en su impacto, sus creaciones y el recuerdo que perdurará en la memoria de las generaciones futuras. El cuento de Gilgamesh es una inspiración para enfocarnos en construir un legado significativo.