Zaratustra y Ahura Mazda: El Origen del Dualismo Persa

El Dualismo Persa, con su origen en las enseñanzas de Zaratustra (o Zoroastro), define una visión del cosmos como un campo de batalla ético. Zaratustra no fue un dios, sino un profeta, un reformador que vivió hacia el 1000 a.C. Su revelación máxima fue Ahura Mazda, el Señor Sabio. Ahura Mazda es el creador no solo de la luz y el orden (Asha), sino también de la verdad, la sabiduría y la belleza. Es la fuente de todo bien en el universo.

Este Dualismo Persa se consolida con la aparición de Angra Mainyu (Ahrimán), el espíritu destructivo. Ahrimán es la antítesis de Ahura Mazda. Él es la fuente de la mentira (Druj), la oscuridad y el caos. El mundo material, creado por Ahura Mazda, se convierte así en el escenario de la lucha entre estos dos poderes. Por lo tanto, el destino final de la humanidad y del cosmos depende de la elección moral que cada individuo haga: alinearse con el bien o con el mal.

La enseñanza central que promueve Zaratustra es el libre albedrío. Los humanos no son peones; son guerreros en esta épica cósmica. La religión exige «Buenos Pensamientos, Buenas Palabras y Buenos Actos» para fortalecer las fuerzas de Ahura Mazda. De hecho, esta ética práctica convierte la vida cotidiana en una batalla sagrada. Al seguir este principio, el individuo contribuye al triunfo final del bien.

Zaratustra y Ahura Mazda

El Mensaje del Dualismo Ético

El Origen del Dualismo Persa ofrece una profunda lección universal: la vida no es un accidente, sino una lucha significativa. Esta mitología nos quita la excusa de la fatalidad. Nos coloca directamente en el centro de la responsabilidad moral. En consecuencia, el mensaje es claro: cada acción, cada pensamiento y cada palabra tiene un peso cósmico que inclina la balanza hacia el Orden o el Caos.

Sin embargo, más allá de la lucha entre las deidades, el verdadero Dualismo Persa ocurre en la conciencia individual. El camino para honrar a Ahura Mazda no requiere rituales complejos, sino un foco constante en la ética personal. Esta perspectiva nos enseña que, para encontrar la luz, primero debemos reconocer la existencia y la tentación de la oscuridad interna. Al asumir nuestra responsabilidad ética, nos convertimos en co-creadores del mundo.

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