El Origen del Sol y la Luna (Mito Inca)

En un tiempo de oscuridad primordial, el universo era solo un mar inerte. El dios creador, Viracocha, surgió de las aguas del lago Titicaca. Su primer acto fue traer la luz al mundo. Para ello, moldeó el sol, la luna y las estrellas con sus propias manos y los colocó en el cielo, encendiendo el universo y marcando el inicio del tiempo.

Aun así, la Tierra seguía deshabitada. Viracocha creó a los primeros seres humanos a partir de piedras, pero estos resultaron ser gigantes sin entendimiento, y se negaron a honrarlo. Furioso, el dios los destruyó con una gran inundación. Después, Viracocha viajó a Tiahuanaco, donde creó a una nueva generación de humanos, esta vez con la sabiduría necesaria para vivir en armonía.

Una vez que la humanidad fue creada, Viracocha les enseñó el lenguaje, el trabajo y los ritos sagrados. Al terminar su obra, el dios se dirigió hacia el oeste, caminando sobre las aguas del océano. El Origen del Sol y la Luna no solo narra la creación de los astros, sino también la del primer hombre que, a partir de ese momento, tendría la luz para guiarse por el camino de la vida.

El mito de El Origen del Sol y la Luna nos enseña que el equilibrio y la luz son esenciales para la vida. El acto de Viracocha de crear los astros es un recordatorio de que necesitamos un propósito y una guía en la oscuridad. La historia subraya que los elementos del universo no son aleatorios, sino que son el resultado de un acto de voluntad y diseño divino, y que merecen nuestra admiración y respeto.

Esta fábula también nos habla del poder de la creación. Nos enseña que para que la vida prospere, debe haber un orden. El sol y la luna, que iluminan el día y la noche, nos dan un ritmo de trabajo y descanso. Su existencia es un recordatorio de que la vida es cíclica y que, incluso en la oscuridad, la luz siempre regresará para guiarnos.

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