Después de que las eras del mundo fueran destruidas, la tierra quedó vacía. Quetzalcoatl, el dios sabio y dador de vida, se preocupó por la ausencia de la humanidad. Decidió que la única manera de restaurar la vida era descendiendo al oscuro y peligroso inframundo, Mictlán, para recuperar los huesos de los ancestros. El viaje fue arduo, lleno de peligros y trampas diseñadas por los dioses de la muerte.
Al llegar, Quetzalcoatl se encontró con Mictlantecuhtli, el Señor de la Muerte. El señor se rió de él, pero aceptó entregarle los huesos si lograba completar una serie de tareas imposibles. Con su ingenio, Quetzalcoatl superó cada obstáculo. Sin embargo, al momento de escapar con los huesos, Mictlantecuhtli lo traicionó, causando que Quetzalcoatl cayera en una trampa y que los huesos se rompieran en pedazos.
Herido pero no vencido, Quetzalcoatl recogió los huesos rotos y los llevó a la tierra. Allí, los molió hasta convertirlos en un polvo. Con un acto de profundo sacrificio, se pinchó y regó los huesos con su propia sangre, infundiendo vida en el polvo. De esa mezcla sagrada nacieron los hombres y mujeres de la Quinta Era. Quetzalcoatl y la Creación del Hombre es la historia definitiva de nuestra existencia.

El mito de Quetzalcoatl y la Creación del Hombre es una lección fundamental sobre el sacrificio. Nos enseña que la vida no es un regalo gratuito, sino una creación forjada con esfuerzo, sangre y dolor. La humanidad, al nacer del sacrificio de un dios, tiene un valor intrínseco. Esta fábula nos insta a honrar el regalo de la vida y a vivir con un profundo sentido de propósito y gratitud.
Esta leyenda también resalta la conexión eterna entre la vida y la muerte. Los huesos de los ancestros se convierten en la materia prima de la nueva vida, un recordatorio de que estamos hechos de aquellos que vinieron antes que nosotros. La historia nos enseña que la muerte no es un final, sino parte de un ciclo eterno, y que los héroes no siempre son invencibles, sino aquellos que se levantan después de caer, usando sus propias heridas para dar vida a los demás.