La Parábola del Agua y el Aceite (Corán)

En el Corán, en la sura An-Nur (La Luz), hay una de las analogías más profundas y poderosas sobre la luz de Dios. El versículo 24:35 dice: «Dios es la luz de los cielos y de la tierra. Su luz es como una hornacina en la que hay una lámpara; la lámpara está en un vidrio, y el vidrio es como una estrella rutilante». Esta imagen establece el escenario de la luz divina, que no es una luz común, sino una luz protegida, concentrada y brillante.

El Corán continúa la analogía describiendo el combustible de esta lámpara. «La lámpara se enciende con el aceite de un olivo bendito, ni del Oriente ni del Occidente, cuyo aceite casi alumbra por sí mismo, aunque no lo haya tocado el fuego». Este aceite, extraído de un árbol que no pertenece a una sola dirección, simboliza la pureza, la universalidad y la bendición. Su naturaleza es tan pura que casi no necesita una fuente de ignición, lo que refuerza la idea de una luz que es inherentemente divina.

Finalmente, la parábola concluye: «Luz sobre luz. Dios guía hacia Su luz a quien Él quiere». La combinación de la lámpara en la hornacina, el vidrio brillante y el aceite puro produce un resplandor que es más que la suma de sus partes. El término «luz sobre luz» simboliza una brillantez inigualable y una verdad que se manifiesta de forma progresiva y profunda. Por lo tanto, la parábola nos enseña que la luz de Dios es una fuente de verdad y orientación que ilumina los corazones de los creyentes.

La Parábola de la Luz del Corán El Aceite y la Lámpara

La parábola de la luz, el aceite y el vidrio es un mensaje atemporal sobre la naturaleza de Dios y el camino de la fe. Nos enseña que la luz de la verdad es inherente y no necesita de fuentes externas para brillar. El aceite del «olivo bendito» es una metáfora de la fe pura y sincera, una fe que arde con una intensidad propia.

En resumen, esta historia nos invita a buscar la luz de la guía divina en nuestras vidas y a cultivar en nuestros corazones un aceite puro y sin adulterar, es decir, una fe auténtica. Nos recuerda que la verdadera fe es una fuente de luz y guía, y que, al igual que la lámpara en la hornacina, nuestros corazones pueden ser recipientes de la luz de Dios. Así pues, la parábola nos inspira a ser receptivos a la verdad, a buscar la pureza en nuestras intenciones y a reconocer que la luz de la divinidad está presente para iluminar nuestro camino.

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