Las Pruebas de Manawydan, hijo de Llŷr, es la tercera rama del Mabinogion. La historia comienza tras la devastadora guerra en Irlanda. Manawydan, uno de los siete supervivientes galeses, regresa a una tierra cambiada. Se casa con Rhiannon, la viuda de Pwyll, y junto a su hijastro Pryderi, se convierten en los protectores de Dyfed. Sin embargo, una misteriosa niebla mágica desciende sobre sus dominios, dejando la tierra completamente vacía y desolada.
Sin súbditos ni recursos, los cuatro nobles deben abandonar su corte y aprender a sobrevivir como artesanos en tierras extrañas. Pero su habilidad superior provoca la envidia de los artesanos locales, forzándolos a mudarse de un lugar a otro. Finalmente, deciden regresar a su tierra encantada. Un día, mientras cazan, un jabalí blanco mágico los guía hacia un castillo misterioso. Pryderi, imprudentemente, entra y queda atrapado por un cuenco de oro encantado. Rhiannon, al intentar rescatarlo, también queda inmovilizada.
Solo y desesperado, Manawydan se niega a abandonar su tierra. Intenta cultivar, pero sus cosechas son devoradas por un enjambre de ratones. Con astucia, logra capturar a uno, el más lento y gordo. Justo cuando está a punto de ahorcarlo por ladrón, un erudito, un sacerdote y finalmente un obispo le ruegan que libere al ratón. El obispo revela ser el mago Llwyd, quien encantó la tierra como venganza. El ratón es su esposa embarazada. Manawydan negocia hábilmente, asegurando la liberación de sus amigos y el fin del encantamiento sobre Dyfed.

Las Pruebas de Manawydan nos enseñan que la verdadera nobleza no reside en el poder, sino en la perseverancia y la adaptabilidad. A diferencia de otros héroes que usan la fuerza, Manawydan enfrenta la catástrofe con paciencia, ingenio y una negativa rotunda a rendirse. La leyenda nos inspira a encontrar la dignidad en el trabajo humilde y a usar la inteligencia, no la ira, para resolver problemas aparentemente insuperables.
Además, la historia es una profunda lección sobre la justicia y la compasión. Manawydan insiste en un juicio justo incluso para un simple ratón, un acto que finalmente revela la verdad y deshace la maldición. Esto nos muestra que la integridad y el respeto por todas las criaturas, por pequeñas que sean, pueden ser la clave para restaurar el equilibrio en nuestro mundo. Nos recuerda que las soluciones a veces aparecen de las formas más inesperadas, si actuamos con honor y astucia.