El Gorrión con la Lengua Cortada

Había una vez un viejo leñador honesto que vivía con su codiciosa esposa. Un día, el leñador encontró un gorrión herido y lo cuidó con bondad hasta que se recuperó. El gorrión se quedó con ellos, pero la esposa, molesta por el gorrión que comía su almidón, le cortó la lengua. El gorrión herido huyó volando. El leñador, entristecido, partió a buscarlo por la montaña.

Tras un largo viaje, el leñador llegó a una mansión misteriosa en un bosque de bambú. El gorrión, que resultó ser el jefe de su clan, le dio la bienvenida y le ofreció un gran festín en agradecimiento. Al momento de despedirse, el gorrión le ofreció dos cestas: una grande y pesada, y una pequeña y ligera. El leñador, fiel a su modestia, eligió la cesta más pequeña, creyendo que la grande sería un peso innecesario para su camino.

Cuando el leñador regresó a casa y abrió la cesta, descubrió que estaba llena de oro y joyas. La esposa, consumida por la envidia, lo obligó a confesar. Al oír la historia, corrió a la casa del gorrión y exigió la cesta más grande. Sin dudar, se la llevó a casa. Al abrirla, en lugar de tesoros, salieron demonios y criaturas horribles que la aterrorizaron. La parábola de El Gorrión con la Lengua Cortada es una lección sobre las consecuencias de la bondad y la avaricia.

El Gorrión con la Lengua Cortada

La leyenda de El Gorrión con la Lengua Cortada es una enseñanza atemporal sobre la bondad genuina frente a la codicia. Nos muestra que las acciones desinteresadas, motivadas por el corazón, son recompensadas de forma inesperada y verdadera. En contraste, la envidia y la avaricia, al buscar solo el beneficio personal, conducen a la ruina. El viejo leñador recibió su tesoro porque no lo esperaba, mientras que su esposa fue castigada por su egoísmo.

Esta fábula nos recuerda que las intenciones detrás de nuestras acciones son lo que realmente importa. El valor no reside en la riqueza material, sino en la pureza del espíritu. Al final, la codicia no solo es un vicio que afecta a los demás, sino que se convierte en un veneno para uno mismo, atrapando a quien la practica en un ciclo de insatisfacción y miseria.

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