El pueblo de Israel, descendientes de Jacob, había vivido como esclavo en Egipto durante 400 años. El Faraón los oprimía con trabajos forzados y crueldad, temiendo que su número creciera demasiado. Pero Dios escuchó los clamores de su pueblo y eligió a Moisés para ser su líder y liberarlos. Moisés, con la ayuda de su hermano Aarón, se presentó ante el Faraón y le exigió: «Deja ir a mi pueblo». El corazón del Faraón, endurecido por el orgullo, se negó una y otra vez.
Para convencerlo, Dios envió diez plagas devastadoras sobre Egipto. Las aguas del Nilo se volvieron sangre, llovieron ranas y piojos, las cosechas fueron devoradas por langostas y una oscuridad total cubrió la tierra. La última y más terrible fue la muerte de todos los primogénitos egipcios. Para proteger a sus hijos, los israelitas marcaron sus puertas con la sangre de un cordero, y el ángel de la muerte «pasó por encima» de sus casas. Ante esta calamidad, el Faraón, finalmente, cedió y permitió que los israelitas se marcharan.
Bajo el liderazgo de Moisés, más de seiscientas mil personas, junto a sus familias y ganado, huyeron de Egipto. Pero el Faraón, arrepentido de su decisión, los persiguió con su ejército. El pueblo llegó a orillas del Mar Rojo, atrapado entre las aguas y los carros de guerra egipcios. Moisés alzó su vara, y Dios milagrosamente dividió las aguas. Los israelitas cruzaron a pie enjuto, y cuando el ejército egipcio intentó seguirlos, el mar se cerró sobre ellos, ahogándolos a todos. El pueblo de Israel fue, por fin, libre.

El Éxodo no es solo una historia de liberación física, sino también una poderosa metáfora de la liberación espiritual. A menudo, en nuestras vidas, nos sentimos atrapados en situaciones de «esclavitud» —ya sea por el pecado, los malos hábitos, el miedo o las relaciones tóxicas— que nos impiden ser verdaderamente libres. La historia nos enseña que, al igual que los israelitas, necesitamos un líder o una fuerza mayor que nos guíe hacia la libertad, y que esa liberación a menudo viene acompañada de pruebas y desafíos.
Esta narrativa nos recuerda que la fe y la obediencia son cruciales para superar los obstáculos. Moisés no se rindió, y el pueblo de Israel tuvo que confiar en que Dios abriría un camino donde no lo había. El Éxodo nos invita a reflexionar sobre las «plagas» que nos oprimen en nuestra vida y a tener la valentía de seguir adelante, confiando en que Dios o un poder superior puede abrir un camino de esperanza incluso en las situaciones más desesperadas.