Angra Mainyu: El Principio del Mal y la Oscuridad en Persia
Angra Mainyu, conocido también como Ahrimán, es la antítesis directa de Ahura Mazda en el Zoroastrismo. Representa el Principio del Mal y la Oscuridad cósmica que coexiste en una eterna batalla con el bien. No es una creación de Ahura Mazda, sino una entidad primordial, tan antigua como la propia luz. Su esencia es la mentira (Druj), la destrucción y la discordia, y su propósito es corromper la creación perfecta del Señor Sabio.
Desde el amanecer del tiempo, Angra Mainyu ha sembrado el caos. Él es el causante de las enfermedades, la muerte, el invierno cruel y todos los desastres naturales. Creó animales venenosos, plantas nocivas y engendró a los daevas (demonios) para oponerse a los yazatas (seres divinos) de Ahura Mazda. Por lo tanto, la existencia misma se convierte en un campo de batalla donde la humanidad juega un papel crucial en la inclinación de la balanza.
El Principio del Mal no es pasivo; es una fuerza activa y engañosa. Ahrimán busca seducir a los humanos con falsedades y desesperación. De hecho, el Zoroastrismo enseña que la elección de cada individuo entre el bien y el mal impacta directamente en el progreso de esta guerra cósmica. La victoria final de Ahura Mazda es inevitable, pero requiere la participación consciente y ética de la humanidad para desterrar la oscuridad.

El Mensaje del Principio del Mal
La figura de Angra Mainyu nos ofrece una poderosa metáfora sobre el Principio del Mal en el universo y en la psique humana. Esta mitología no evade la existencia del sufrimiento o la maldad; al contrario, la confronta directamente. En consecuencia, nos enseña que el mal no es una ausencia de bien, sino una fuerza activa que requiere ser reconocida y resistida. Es un recordatorio de que la inacción es una forma de complicidad con la oscuridad.
Sin embargo, esta visión del Juicio del Alma también ofrece una guía clara para la vida. El puente simboliza el camino de la vida misma: estrecho y peligroso si se elige el mal, amplio y seguro si se elige el bien. Nos recuerda que cada acción, por pequeña que sea, es un ladrillo que contribuye a la construcción de nuestro propio camino. El Puente de Chinvat nos impulsa a vivir con una integridad impecable.
