Cada atardecer, el gran dios Sol, Ra, comenzaba su peligroso viaje de Ra por el Duat, el Inframundo. A bordo de su barca solar, la Mesketet, abandonaba los cielos diurnos para descender a las profundidades de la noche, un reino plagado de monstruos y desafíos. No viajaba solo: le acompañaban dioses como Sia (percepción), Hu (mandato), el sabio Thot, la fuerza de Seth (sometida) y el leal Horus, todos listos para defender al anciano dios solar de las amenazas que acechaban en la oscuridad.
El Duat estaba dividido en doce regiones o «horas de la noche», cada una con sus propios habitantes, pruebas y peligros. A medida que Ra avanzaba, iluminaba temporalmente a los espíritus de los muertos, dándoles vida por un instante. Su principal enemigo era la gigantesca serpiente Apofis (o Apep), la personificación del caos, que intentaba tragarse al sol y sumir al mundo en la oscuridad eterna. Cada hora presentaba un nuevo ataque de Apofis, que era repelido con la magia y la fuerza de los acompañantes de Ra.
El punto culminante de este épico viaje de Ra por el Duat llegaba en la duodécima hora, en la que la barca solar se fusionaba con el cuerpo del difunto Osiris. Allí, Ra renacía, asumiendo una forma juvenil, listo para emerger al amanecer como Khepri, el escarabajo, impulsando el sol naciente de vuelta al cielo. Este ciclo eterno no solo garantizaba la supervivencia del sol, sino también la renovación de la vida en la Tierra y la posibilidad de resurrección para todos los difuntos que lograran superar sus propios desafíos en el Inframundo.

El Mensaje: El Ciclo Ininterrumpido de Vida, Muerte y Renacimiento
El viaje de Ra por el Duat es la metáfora más potente del ciclo ininterrumpido de vida, muerte y renacimiento que rige no solo la existencia divina, sino también la humana. Simboliza que, incluso en los momentos más oscuros y peligrosos (la noche, la muerte), existe una promesa de renovación y luz (el amanecer, la resurrección). La constante lucha de Ra contra Apofis nos enseña que el caos es una fuerza persistente en el universo, pero que el orden (Ma’at) y la perseverancia, apoyados por la sabiduría y la fuerza colectiva, siempre pueden prevalecer.
Esta leyenda no solo explicaba el movimiento diario del sol, sino que ofrecía consuelo y esperanza a los egipcios. Su travesía por el Inframundo, superando obstáculos y enemigos, era el modelo para el alma del difunto. El mensaje es claro: la muerte no es el final, sino una transformación, una etapa necesaria antes del renacimiento. Nos invita a aceptar los ciclos naturales de la vida y la muerte, entendiendo que cada final lleva consigo la semilla de un nuevo comienzo, una promesa de que, tras la noche más profunda, el sol siempre vuelve a brillar.