Tras el vil asesinato de Osiris por su hermano Seth, el trono de Egipto quedó vacante y sumido en el caos. El legítimo heredero, Horus, el joven dios halcón, creció bajo la protección de Isis, preparándose para reclamar lo que era suyo por derecho divino. Su tío, Seth, el dios de las tormentas, el desierto y la violencia, había usurpado el poder, y su tiranía amenazaba el orden (Ma’at) de todo el reino. Así comenzó la épica Lucha de Horus y Seth, una contienda que decidiría el destino de los dioses y los hombres.
La disputa se presentó ante la Enéada, el consejo divino, presidido por el dios solar Ra. Durante ochenta años, Horus y Seth se enfrentaron en una serie de pruebas brutales y astutas, llenas de magia y engaño. Seth, con su fuerza bruta y su naturaleza traicionera, intentó humillar y destruir a Horus en repetidas ocasiones. En una de estas escaramuzas, Seth arrancó el Ojo de Horus (el Udyat), símbolo de poder y protección, mientras que Horus, en su furia, castró a Seth, mermando su fuerza generadora de caos.
Finalmente, la sabiduría de Isis y la justicia de Thot intervinieron. Osiris, desde el Inframundo, envió una carta a la Enéada, exigiendo que se restableciera el orden y se reconociera a su hijo como rey. Los dioses, cansados del conflicto y reconociendo el linaje y la rectitud de Horus, fallaron a su favor. Seth fue desterrado, o en algunas versiones, relegado a servir a Ra en su barca solar, controlando las fuerzas caóticas. Horus ascendió al trono, convirtiéndose en el primer Faraón divino, restaurando la armonía y la justicia en Egipto.

El Mensaje: El Triunfo del Orden sobre el Caos
La Lucha de Horus y Seth es mucho más que una simple riña familiar divina; es la narrativa fundacional de la realeza egipcia y un potente símbolo de la eterna batalla entre el orden (Ma’at) y el caos (Isfet). Horus representa la legitimidad, la piedad filial y la armonía; su victoria asegura la estabilidad del trono y la prosperidad de Egipto. Seth, por otro lado, encarna la fuerza bruta sin ley, la envidia y la disrupción necesaria que, aunque destructiva, a veces es contenida y puesta al servicio de un propósito mayor.
Esta leyenda universal nos enseña la importancia de la justicia, la perseverancia y la defensa de lo que es correcto. Nos muestra que incluso en los conflictos más prolongados y amargos, la verdad y el orden finalmente prevalecen. Los faraones de Egipto se identificaban con Horus, encarnando su victoria sobre el caos. Hoy, la historia resuena como un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, la integridad y el buen gobierno son esenciales para la estabilidad de cualquier sociedad, ofreciendo esperanza en la restauración del equilibrio tras tiempos turbulentos.