En la Roma del siglo III, un hombre llamado Calixto, nacido en la esclavitud, demostró una gran habilidad y piedad. Su maestro, un rico cristiano, lo puso a cargo de un banco. El banco fracasó. Calixto fue encarcelado. Sin embargo, gracias a su fe, consiguió la libertad. Fue desterrado, pero con el tiempo regresó a Roma, donde el Papa Ceferino lo nombró diácono.
El Papa Ceferino le confió una misión vital: organizar y administrar las catacumbas de la Vía Apia. Calixto, con una habilidad prodigiosa, las amplió y las convirtió en el cementerio más importante de la cristiandad primitiva. Fue un lugar seguro para que los cristianos enterraran a sus mártires y a sus papas. Por este motivo, hoy se conocen como las Catacumbas de San Calixto.
Al ser elegido Papa, Calixto continuó su labor. Su pontificado se caracterizó por su compasión. Fue controversial por su postura de perdonar pecados graves, como el adulterio. Sus críticos, más estrictos, lo atacaron por esta misericordia. Sin embargo, él creía que no había pecado que la penitencia no pudiera perdonar. Finalmente, La historia de San Calixto I termina con su muerte como mártir, un final apropiado para un santo que defendió la compasión y la misericordia.

El Mensaje
La historia de San Calixto I es una poderosa lección sobre el poder del perdón. Nos enseña que el pasado de una persona, incluso si está manchado por el fracaso o la esclavitud, no define su futuro. Calixto, un ex esclavo, se convirtió en Papa. Utilizó su poder para mostrar misericordia a los pecadores. Su vida nos invita a reflexionar sobre la compasión.
Esta leyenda también explora el conflicto entre la compasión y la doctrina estricta. San Calixto I optó por el camino de la misericordia, extendiendo la gracia a aquellos que la necesitaban, sin importar la gravedad de sus pecados. Su historia es un recordatorio de que la fe debe ser un faro de esperanza. Debe ser una fuerza de sanación, no una herramienta para la condena.