En un antiguo campo de cultivo, un campesino trabajaba duramente su tierra. Un día, mientras araba, una liebre, asustada por el ruido, corrió despavorida y tropezó con un tocón de árbol. Se golpeó la cabeza tan fuerte que murió en el acto. El campesino, asombrado por su inesperada fortuna, recogió la liebre y la llevó a casa para cenar con su familia.
Al día siguiente, el campesino, aún eufórico por su golpe de suerte, dejó su arado y se sentó junto al tocón, esperando pacientemente que otra liebre se tropezara de nuevo y le ofreciera otra comida fácil. Pasaron las horas, el sol subió y bajó, pero ninguna liebre apareció. La tierra permaneció sin arar y el tocón, inmóvil, no le trajo más fortuna.
El campesino esperó día tras día, pero el milagro no se repitió. Sus campos se llenaron de malas hierbas, su familia pasó hambre y sus vecinos se burlaron de su insensatez. La fábula de Esperar junto al tocón la liebre (Shou Zhu Dai Tu) nos enseña que el éxito ocasional no debe confundirse con un método de trabajo, y que la fortuna pasajera no debe llevarnos a abandonar el esfuerzo y la constancia.

La parábola de Esperar junto al tocón la liebre es una crítica a la pasividad y a la falsa esperanza. Nos advierte sobre el peligro de basar nuestras acciones en golpes de suerte aislados, en lugar de en el esfuerzo sostenido y la planificación. Un éxito inesperado puede ser una bendición, pero convertirlo en una expectativa para el futuro sin trabajo ni dedicación es un camino seguro hacia el fracaso.
Esta historia nos impulsa a reflexionar sobre la importancia de la proactividad y la adaptación. La vida no es una serie de eventos fortuitos, sino el resultado de nuestras decisiones y nuestro esfuerzo constante. Apegarse a un método que solo funcionó una vez es ignorar la realidad y las oportunidades de crecimiento. El verdadero progreso se consigue arando la tierra, no esperando a que la liebre tropiece de nuevo.