La historia de Dhul-Qarnayn, contada en el Corán, narra los viajes de un rey justo y poderoso que recibió gran autoridad de Dios. Dhul-Qarnayn, que significa «el de los dos cuernos», emprendió un viaje hacia el oeste. Finalmente, llegó a un lugar donde el sol parecía esconderse en un mar lodoso. Allí encontró a una gente y le fue dado el poder de juzgarla. Él eligió la justicia, castigando a los malhechores y recompensando a los virtuosos, demostrando su rectitud.
Después, Dhul-Qarnayn viajó hacia el este. Llegó a una tierra donde el sol salía sobre una gente que no tenía refugio para protegerse del sol. Con la sabiduría que le fue otorgada, les dio un trato justo. No los oprimió, sino que estableció un orden que les permitió vivir en paz. A lo largo de sus viajes, Dhul-Qarnayn nunca abusó de su poder; al contrario, lo utilizó para establecer la justicia y el orden en todas las tierras que visitaba.
Su último viaje lo llevó a un valle entre dos montañas, donde encontró a un pueblo que no podía entender su idioma. A través de intérpretes, le pidieron ayuda para defenderse de la cruel tribu de Gog y Magog (Ya’juj y Ma’juj) que causaba estragos en la tierra. Dhul-Qarnayn accedió a ayudarlos, pero sin pedir nada a cambio. Les pidió que lo ayudaran a construir una gran muralla de hierro y cobre derretido para sellar el paso. Por lo tanto, la muralla se erigió como un sello contra Gog y Magog, y Dhul-Qarnayn advirtió que su poder se mantendría hasta que Dios lo quisiera, demostrando que toda fuerza terrenal es temporal.

La historia de Dhul-Qarnayn es una lección atemporal sobre el liderazgo y la responsabilidad. Nos enseña que el verdadero poder no se encuentra en la conquista, sino en el servicio a los demás y en el establecimiento de la justicia. Dhul-Qarnayn, con su inmensa autoridad, podría haber oprimido a los pueblos, pero en su lugar eligió ayudarlos. En este sentido, su historia es un modelo de cómo usar el poder para el bien común.
En resumen, el mensaje de esta historia es que todas las obras humanas son temporales. La gran muralla que construyó, un logro monumental, está sujeta a la voluntad de Dios. Esto nos recuerda que, a pesar de nuestros mayores logros, debemos permanecer humildes y conscientes de nuestra propia mortalidad. Así pues, la parábola nos inspira a usar nuestras habilidades y poder para hacer el bien, pero también a reconocer que la verdadera autoridad pertenece a lo divino, y que un día, todas las barreras terrenales caerán.